En la columna de abril, nuestro columnista de política, Sebastián Binni planteó algunos interrogantes para pensar la coyuntura política actual. Compartimos el audio de la columna y también el texto completo:
Interrogantes abiertos sobre la actualidad política
- ¿Quién representa el malestar de nuestro tiempo?
La sociedad argentina presenta, desde hace años, signos de una profunda mutación, agudizada por la pandemia. La derechización de la opinión pública, el debilitamiento de la confianza interpersonal, la ruptura de consensos en materia de cultura política y la viralización de la decepción constituyen señales de un cambio, o más bien de un desplazamiento hacia un porvenir incierto. Mientras tanto, la pelea cotidiana por la supervivencia atomiza y desintegra. Si hasta cierto umbral la inflación es un problema económico, superada esa frontera se transforma en un inquietante síntoma (y causa) de anomia. La inflación produce un enorme desorden de la vida cotidiana y atenta contra la planificación o altera las definiciones.
Cuando hablamos de malestar referimos a los sentimientos que generan la dificultad o la imposibilidad de alcanzar las expectativas. Sentimientos que van del desánimo, la frustración al enojo.
A partir de los discursos de apertura de las sesiones legislativas nacionales y del municipio, en la primera columna de este ciclo planteamos como tesis el alejamiento de la dirigencia política de las grandes mayorías y la apatía de éstas ante la fragilidad y la impotencia de la política para mejorar las condiciones de vida tras siete/ocho años de pauperización.
Esta situación genera condiciones de posibilidad para el cultivo de pasiones tristes y el crecimiento de opciones de centro-derecha a ultra derecha individualistas y autoritarias, cuya retórica política explota con eficacia el rencor, el miedo y el odio. Allí donde no queda nada bueno por esperar, solo resta odiar. Si no hay futuro, hay que romperlo todo.
Me gustaría hacer dos aclaraciones. Primero, no deberíamos pensar que el malestar sólo puede ser capitalizado por variantes de derecha. Por caso, la crisis del neoliberalismo a fines de los noventa pudo ser “capitalizada” por la oleada de gobiernos populares que transformaron ese malestar en fuerza para promover un ciclo de desarrollo a contratendencia de la globalización neoliberal.
Segundo, no debemos pensar que el malestar se termina en las elecciones sencillamente porque varias de las restricciones van a continuar independientemente del resultado electoral, tal como el acuerdo con el FMI. Además, como hablamos en la columna previa, esta situación de malestar no es exclusiva de Argentina, sino que se reproduce en otras partes del planeta.
- ¿Por qué es efectivo el discurso de la dolarización?
La fortaleza del discurso de la dolarización es que vende una ilusión: la ilusión de la estabilidad económica por medio de la adopción de una moneda dura. Ahora bien, sus promotores evitan explicar cómo sería posible, cuánto costaría y, fundamentalmente, quiénes pagarían su costo. Este punto fue discutido por Cristina buscando apelar a la memoria histórica en relación a la convertibilidad.
El plan de Juntos por el Cambio de unificar tipos de cambio plantea una diferencia de grado ya que también implicaría una gran devaluación.
Ahora bien, creo que la mayor fortaleza de este discurso es la ausencia de una alternativa por parte del actual oficialismo que no sea vista como una continuación de la actual agonía.
- ¿Por qué Cristina busca confrontar con Milei?
No podemos decir que lo subió al ring porque Milei ya estaba instalado, gracias al enorme apoyo de una parte del poder económico. Las razones hay que buscarlas en la llegada de Milei a la base electoral del Frente de Todxs; en especial, esa porción que en 2021 decidió no ir a votar. De lo que se trata es de disputar ese voto apelando, en ocasión de su discurso, a la memoria histórica.
El discurso de Cristina del jueves puso en evidencia, entonces, que Javier Milei captura votos no sólo por derecha, sino que capitaliza la decepción de las dos alternativas electorales "mainstream" ofreciéndoles una ruidosa protesta. Más que una esperanza, es el idioma de la furia.
- ¿Proyecto político o peón de estrategia ajena? ¿Qué papel juega Milei?
Por una parte, busca representar el malestar social y dirigir la insatisfacción hacia la dirigencia política, “la casta”, obviando el rol y el beneficio del poder económico de la actual situación. Asimismo, es funcional a la derechización del discurso público corriendo las fronteras de lo decible (¿alguna vez nos imaginamos como posibilidad discutir la venta de órganos?) y apelando a todo tipo de pasiones tristes.
No obstante, al menos por el momento, no pareciera reunir todos los elementos propios de un proyecto de poder sino más bien parece ser la pieza de una estrategia electoral que tiene por objetivo desplazar al peronismo del escenario de balotaje. Ante la decepción suscitada por el gobierno nacional del Frente de Todxs, el país avanza hacia una alternativa que por ahora no promete orden y progreso, sino más bien sacrificio y castigo.
- Programa o candidato, ¿qué viene primero?
El actual escenario político pareciera encaminarse hacia una derrota electoral para el oficialismo que convierta el actual desconcierto en descomposición política. Un primer paso para torcer ese destino requiere responder una serie de incógnitas que se evaden: ¿el FdT es más que la suma de sus partes? Es decir, ¿existe algún cemento programático o afectivo que logre detener la entropía? ¿Cómo puede el Frente reconstruir una voluntad y una voz para reiniciar la conversación con la sociedad? Además de administrar urgencias y atenuar herencias, ¿cuál es la promesa política del FdT hacia el futuro?
En este sentido, puede entenderse el lugar destacado que tuvo la discusión del programa en la clase magistral de Cristina en el Teatro Argentino de La Plata el pasado jueves. Más allá de que pueda ser presentada como una autocrítica respecto a la forma en que se conformó la fórmula en 2019, la discusión programática tiene la virtud de promover el debate político (al menos de la militancia) y le da perspectiva en clave de plan de gobierno a las banderas históricas.
Ahora bien, además de la incertidumbre de cómo y quiénes elaboran el programa, considero que hay al menos dos dificultades extras: a) la discusión del programa de gobierno puede dificultar la construcción de unidad, especialmente en un espacio donde quedaron expuestas las notorias diferencias políticas (por ejemplo, cómo renegociar con el FMI), b) para que un programa no quede en letra muerta es fundamental resolver quién (y con qué equipos) puede llevar a cabo el plan. ¿Cómo se resuelve eso evitando tener un presidente “delegado”? En ese marco, ¿qué rol ocuparía Cristina? ¿Es suficiente la disputa en las PASO?
Cualquiera sea el camino que se recorra el objetivo debiera pasar por evitar la descomposición de una fuerza que aspira a representar los intereses de los sectores populares y a defender un programa de desarrollo con eje en la industria nacional, el mercado interno y la distribución del ingreso.